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San Pedro y San Pablo

Fray Diego Rojas / 0 comentarios / Comentario al Evangelio
San Pedro y San Pablo

San Pedro y San Pablo

Evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»

Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Reflexión:

Hoy celebramos a dos testigos fundamentales de nuestra fe: san Pedro y san Pablo. Distintos en origen y temperamento, ambos compartieron una misma pasión: su fe firme en Jesucristo, su fidelidad inquebrantable al Evangelio, y una perseverancia que no se dejó vencer ni por las caídas ni por las persecuciones. Su vida entera estuvo marcada por un profundo amor a Cristo, al punto de entregar su vida por Él.

En la segunda lectura, san Pablo nos abre su corazón con humildad y esperanza: “El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas… y fui librado de la boca del león”. Contrario a la percepción que se puede tener de Pablo, de arrogancia y vanidad, estas palabras no surgen del orgullo, sino de una fe madura, forjada en la prueba. Pablo perseveró en la misión porque sabía en quién había puesto su confianza. Su fidelidad no dependía de circunstancias favorables, sino de la certeza de que Cristo nunca lo abandonaría. Por eso concluye con fe: “El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su Reino celestial”.

San Pedro, por su parte, hace una profesión de fe que se convierte en fundamento: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús reconoce en estas palabras un don del Padre y, sobre esa fe, edifica su Iglesia. A pesar de sus debilidades, Pedro fue fiel. Cayó, sí, pero se levantó con humildad. Perseveró, no por ser perfecto, sino por amar profundamente a su Señor. Su fe no fue solo palabra, sino vida entregada hasta el final.

Pedro y Pablo nos enseñan que la verdadera fidelidad no consiste en no fallar, sino en mantenerse firmes, con la mirada puesta en Cristo. Su ejemplo nos inspira a vivir una fe valiente, una fidelidad constante y una perseverancia que, como la suya, nos lleve a anunciar el Evangelio con nuestra vida, hasta que podamos decir como Pablo: “He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he guardado la fe.”

En un tiempo como el nuestro, donde muchas veces la fe es ignorada, ridiculizada o combatida, la figura de Pedro y Pablo se levanta como faro y aliciente. Nos recuerdan que no estamos solos, que es posible ser fieles aun en medio de un mundo hostil. Ellos no huyeron del conflicto ni del sacrificio; abrazaron la cruz con esperanza. Hoy, más que nunca, necesitamos su ejemplo para renovar nuestro compromiso con Cristo y con su Iglesia, y para anunciar con valentía, como ellos, que Jesús es el Señor.

Fray Diego Rojas Fray Diego Rojas

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