La astucia por el Reino
Fray Diego Rojas / 3 comentarios / Comentario al Evangelio
Domingo XXV del Tiempo Ordinario: La astucia por el Reino
San Lucas 16, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dijo:
“Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Reflexión:
En la parábola del administrador astuto, Jesús nos sorprende: no elogia la deshonestidad del administrador, sino su astucia y previsión. Aunque actuó mal, supo planear su futuro con creatividad. Y es que la inteligencia y la prudencia no son malas en sí mismas; lo importante es el propósito y el uso de esa astucia en el camino de Dios.
La riqueza y los bienes materiales son herramientas, no fines. La enseñanza de Jesús nos invita a ser previsores y responsables, invirtiendo en lo eterno a través de la justicia, la generosidad y la misericordia. Cada acción cotidiana puede reflejar nuestra fidelidad y compromiso con Dios, incluso en lo más pequeño. El mensaje es claro: los hijos de la luz también debemos ser astutos, pero para el bien. Esta astucia se refleja, no en acumular riquezas, sino en usarlas con sabiduría, construyendo relaciones de justicia, misericordia y solidaridad.
La verdadera astucia es aquella que mira más allá de lo inmediato y apuesta por lo eterno. No se trata de “servir al dinero”, sino de ponerlo al servicio del Reino de Dios. También ese mensaje es claro: no podemos servir a Dios y al dinero al mismo tiempo. Por eso, nuestras prioridades deben centrarse en lo que tiene valor eterno, usando nuestros bienes y talentos para ayudar, construir comunidad y sembrar justicia.
Ser fiel en lo poco es señal de fidelidad en lo mucho. No necesitamos grandes gestos para vivir con integridad; nuestra coherencia diaria demuestra nuestra lealtad y prudencia espiritual. Jesús nos desafía a ser “astutos de manera ética”, aprendiendo del administrador sin imitar su deshonestidad. Cada acto de fidelidad, cada decisión prudente y cada gesto generoso son inversiones en el Reino de Dios, que trascienden lo material y transforman la vida de quienes nos rodean.
Oración:
Señor, enséñanos a ser fieles en lo pequeño y astutos para el bien, usando con sabiduría lo que nos confías para vivir según tu Reino.