La Verdadera dicha
Fray Diego Rojas / 0 comentarios / Comentario al Evangelio
Nuestra Seora del Pilar: La verdadera dicha.
Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantando la voz, le dijo:
«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo:
«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Reflexión:
La multitud que escucha con atención a Jesús, no escapa al fenómeno de la pasión colectiva y como se aclama a un político o a un artista, una fan emocionada expresa su admiración por Jesús. Él sabe que no se puede fiar de la emoción de la multitud porque hoy te alaba pero mañana te hunde. Lo dice en Mateo 10, 17 y se ve entre el domingo de ramos y el viernes de pasión. Por tanto Jesús, sin rechazar el piropo —que no es para él sino para su madre— dirige la alabanza a un nivel más profundo: “Más bien, dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la guardan”. Con estas palabras, el Señor revela que la verdadera bienaventuranza no se encuentra en los lazos de sangre ni en los privilegios humanos, sino en la escucha obediente de la voluntad divina.
Jesús no desautoriza la dicha de María, sino que la reinterpreta desde la fe. María no fue bienaventurada solo por ser la madre biológica del Hijo de Dios, sino porque acogió la Palabra en su corazón y la cumplió con fidelidad. Ella escuchó, creyó y guardó el misterio que se le confió, convirtiéndose así en el modelo perfecto del discípulo. En su figura, la maternidad y la fe se entrelazan, pero es su fe —su sí total a Dios— lo que la hace verdaderamente bienaventurada.
Este pasaje nos invita a redescubrir qué significa ser discípulo de Cristo. No basta con admirarlo ni formar parte de una tradición religiosa por costumbre: la relación auténtica con Él nace del oído atento y del corazón dispuesto. Escuchar la Palabra de Dios implica abrirse a su transformación, dejar que su voz modele nuestras decisiones, y traducir la fe en obras concretas de amor, justicia y misericordia.
Así, Jesús nos ofrece una bienaventuranza abierta a todos. Cualquiera que escuche y guarde la Palabra puede compartir la dicha de su Madre y entrar en la intimidad del Reino. En tiempos donde abundan las voces que distraen y los ruidos que confunden, el evangelio de hoy nos recuerda que la verdadera felicidad no está en tener más, sino en ser más fieles: fieles a la voz de Dios que habla, fieles a la Palabra que transforma, fieles al amor que salva.
Oración
Señor Jesús, enséñanos a escuchar tu Palabra con un corazón dócil y dispuesto, a guardarla en lo profundo del alma y a vivirla cada día con fidelidad, como tu madre María.