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Cristo Rey. El trono de la cruz.

Fray Diego Rojas / 3 comentarios / Comentario al Evangelio
Cristo Rey 2025

Cristo Rey: El trono de la cruz.

Lucas 23,35-43

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».

Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».

Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».

Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».

Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Reflexión:

Aunque fue el 31 de octubre de 1926 cuando se celebró por primera vez la solemnidad de Cristo Rey, fue en 1925 cuando el papa Pío XI instituyó esta fiesta; por ello, este año cumple 100 años. Con la reforma del calendario litúrgico, Pablo VI situó esta solemnidad al final del año litúrgico, para realzar que la liturgia tiene como fin a Cristo en su majestad.

Lucas nos presenta a Jesús como un Rey que salva desde la cruz, un Rey cuya autoridad no se manifiesta en la fuerza, sino en la entrega. Las burlas de las autoridades y de los soldados quieren negar su realeza, pero, paradójicamente, la revelan. Allí, suspendido entre cielo y tierra, Jesús inaugura un modo nuevo de reinar: un reinado que se ejerce amando, perdonando y permaneciendo fiel al Padre incluso en medio del sufrimiento. La cruz no desmiente el Reino; lo hace visible. Por eso, quien quiera comprender la identidad de Cristo debe mirar a ese trono inesperado donde la gloria se confunde con la fragilidad.

En ese escenario de dolor y aparente fracaso, se manifiesta la misericordia sorprendente de Dios. El primer destinatario explícito de la salvación que brota de la cruz no es un justo ni un discípulo ejemplar, sino un criminal condenado. El llamado “buen ladrón” no llega a Jesús desde la perfección, sino desde la culpa reconocida. En él descubrimos que no hay momento demasiado tarde ni situación demasiado rota para que Dios actúe. Jesús no responde a las palabras del primer malhechor. Dios no puede obrar en una persona cerrada en sí mismo que con ironía lo reta pidiéndole lo imposible: Sálvate a ti mismo. Jesús vino a darnos salvación, no a autorrealizarse y presumirlo. Pero sí escucha el susurro humilde del que pide ser recordado. La salvación no se obtiene por méritos acumulados, sino por un corazón que se abre a la misericordia incluso en el último instante.

La petición del malhechor arrepentido —“Acuérdate de mí”— pone en marcha el “hoy” de la salvación que atraviesa todo el Evangelio de Lucas. La respuesta de Jesús, “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, es un compendio de esperanza: Ese hoy no es una simple indicación temporal; es la proclamación de que el Reino ya está irrumpiendo, incluso antes de la resurrección. La salvación no se aplaza: acontece allí donde alguien acoge la presencia de Cristo. El “conmigo” indica que la vida nueva consiste, ante todo, en una comunión con Él. Y el “paraíso” evoca el jardín de la intimidad eterna con Dios, la plenitud restaurada que comienza de inmediato para quien confía.

Este encuentro entre Jesús y el malhechor nos invita a reconocer que cada día puede ser el “hoy” de Dios para nosotros. Cristo reina desde la cruz para abrirnos un camino de misericordia; su amor no excluye, sino que rescata. Allí donde nos descubrimos frágiles o indignos, allí donde sentimos que no tenemos nada que ofrecer, Él nos ofrece su presencia. Nuestro papel es el del ladrón arrepentido: levantar la mirada y decir “Acuérdate de mí”. Y entonces, también para nosotros, puede resonar la promesa inmensa: hoy, no mañana, hoy puedes comenzar a vivir en el Reino, porque hoy puedes estar con Él.

Oración

Señor Jesús, Rey de amor y de misericordia, abre nuestros ojos para reconocerte incluso en los lugares donde pareces oculto. Que tu Reino de paz y verdad transforme nuestra vida y nos haga testigos de tu gracia.

 

Fray Diego Rojas Fray Diego Rojas

Comunidad de frailes dominicos de Caleruega

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Consuelo J.A.
23 de noviembre de 2025 a las 12:03

Gracias fray Diego .

Wanda Mateo
23 de noviembre de 2025 a las 20:04

Levantar la mirada hacia la mirada de Jesús y pedirle acuérdate de mi, hace que Jesús nos responda con su mirada compasiva. Me parece que es la forma exacta de llamar la atención de Jesús y del Padre hacia nuestra debilidad y necesidad.

María Nancy Rojas
24 de noviembre de 2025 a las 12:53

Gracias por tan excelente reflexión que nos aclara en síntesis la palabra del Señor y nos permite un análisis de la misma para ponerla en práctica en nuestras vidas. Lo estoy leyendo desde Colombia. Feliz semana.

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