Despertar a la esperanza
Fray Diego Rojas / 5 comentarios / Comentario al Evangelio
1er Domingo de Adviento. Despertar a la esperanza.
Mateo 24, 37-44
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Reflexión:
El Adviento inicia con una invitación clara: “Vigilad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor”. Esta vigilancia no se trata de vivir angustiados, sino de vivir despiertos. ¿Cuántas veces la rutina —el trabajo, las prisas, las pantallas, los problemas de cada día— va adormeciendo nuestro corazón hasta hacernos olvidar que Dios pasa cerca? La gente en tiempos de Noé hacía lo normal: comer, beber, casarse. El problema no era lo que hacían, sino que no veían lo que Dios estaba haciendo en medio de ellos. ¿Nos sucede también a nosotros?
Comenzar el Adviento con seriedad es aceptar esa invitación a abrir los ojos de nuevo. Es preguntarnos: ¿En qué momentos de mi día dejo que la vida pase sin mirarla? ¿Qué señales de Dios estoy ignorando porque voy demasiado rápido? A veces, lo que más nos adormece no es el cansancio, sino el automatismo. Hacemos mucho mecánicamente, por inercia, sin detenernos, sin agradecer.
Por eso la Palabra, al inicio del tiempo que nos prepara para celebrar el memorial del nacimiento del Emmanuel, nos llama a una vigilancia distinta: no la vigilancia del miedo, sino la de quien espera a un Amigo que viene. El despertar espiritual comienza con pequeños gestos: un silencio breve al despertarnos, una palabra amable dicha con intención, un instante de gratitud antes de dormir. Nada extraordinario, pero sí profundo. ¿Qué podría cambiar hoy si viviera cada tarea —hasta la más rutinaria— como un lugar donde Cristo puede sorprenderme?
El Adviento es un tiempo precioso para recuperar la sensibilidad del corazón. No añade cargas; al contrario, nos ayuda a quitar lo que nos anestesia por dentro. Ojalá este primer domingo nos encuentre con un deseo renovado: Despertar para que hasta en lo más pequeño encuentre un anuncio de esperanza.
Oración:
Señor, despiértame. No dejes que viva en automático. Enséñame a reconocer tu presencia en lo cotidiano.


