Frutos de conversión
Fray Diego Rojas / 0 comentarios / Comentario al Evangelio
2do Domingo de Adviento. Frutos de conversión
Mateo 3, 1-12
Por aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
«¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?
Dad el fruto que pide la conversión.
Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».
Reflexión:
En el segundo domingo de Adviento, Marcos nos presenta la voz profética de Juan el Bautista que, desde el desierto, llama a preparar el camino del Señor mediante una conversión genuina. Su anuncio no es solo una invitación emocional, sino un desafío profundo: abrir el corazón a la novedad de Dios que se acerca. Esto se hace evidente al decir: “Dad fruto digno de conversión.” Con estas palabras, Juan recuerda que la conversión auténtica no se queda en palabras ni en gestos vacíos, sino que transforma la vida y se hace visible en obras concretas. ¿Qué cambios concretos está invitando Dios a realizar hoy en nuestra vida durante este Adviento?
Los “frutos” de los que habla Juan representan la madurez espiritual que brota cuando alguien permite que Dios toque su interior. Son signos de un cambio de mentalidad, de reconciliación, de justicia y de compasión. El Adviento, tiempo de esperanza activa, nos invita a revisar nuestra vida y a preguntarnos qué fruto puede crecer en nosotros para acoger al Señor con un corazón más disponible. La verdadera conversión desmonta la autojustificación y nos impulsa a caminar hacia una existencia más transparente y coherente. ¿Qué frutos pueden reconocer los demás en nosotros que indiquen que Dios está actuando?
Juan sabe, sin embargo, que esos frutos no se producen solo por esfuerzo humano. Por eso anuncia al que viene detrás de él: Jesús, el que “bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Su venida purifica, discierne y fortalece el interior, como el fuego que quema la paja y deja el grano limpio. El Espíritu Santo no solo invita al cambio, sino que lo hace posible, renovando lo que está gastado y encendiendo lo que está apagado.
Así, Mateo nos muestra que la conversión y la acción del Espíritu forman una única dinámica: nosotros ofrecemos apertura, sinceridad y pequeños pasos, y el Espíritu produce en nosotros frutos que hablan de Dios. El Adviento se convierte así en un tiempo privilegiado para dejar que el Señor obre en lo profundo, haciendo nacer gestos de misericordia, reconciliación y justicia. ¿Estamos dejando al Espíritu espacio suficiente para obrar en nosotros y producir un fruto nuevo en este tiempo de espera?
Oración
Señor, haznos dóciles a la acción de tu Espíritu. Que nuestra conversión sea verdadera y que cada gesto refleje tu luz. Ven, Señor Jesús, y renueva nuestra vida. Amén.


