Escucha el gemido del pobre
Fray Jesús Espeja / 0 comentarios / Comentario al Evangelio
Domingo 6º del tiempo ordinario
Evangelio: Lc 6,20-26
Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.
Mas !!ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.!!Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. !!Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis. !!Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
Para Meditar:
Hay dos versiones de las Bienaventuranzas, sin que podamos decir cuales son exactamente las palabras pronunciadas por Jesús. Las dos, enraizadas en la tradición bíblica se completan. En esa tradición se celebra la figura del pobre, hombre o mujer que confían totalmente en Yahvé y salen de su egocentrismo: “los que viven con espíritu de pobres”. Pero también en esa tradición bíblica se insiste una y otra vez en Dios defensor de los pobres, de los excluidos: huérfanos, viudas y extranjeros; mientras los arrogantes poderosos causantes de la exclusión que sufren los podres, son descalificados. En esta perfectiva profética hay que leer la versión de san Lucas sobre las bienaventuranzas.
El evangelio de san Lucas, escrito en y para comunidades pobres al sur de Grecia, describe dos ámbitos: los excluidos o desgraciados en la sociedad, y los bien situados a costa de los otros. Es un discurso, de Jesús al aire libre, mirando a la gente sencilla que le seguía. Habla desde el mundo de los pobres, de los que acuden a Dios pidiendo liberación y justicia; y Dios compasivo escucha su gemido. Es la convicción a lo largo de la historia bíblica inspirada siempre por la intervención liberadora de Dios cuando el pueblo hebreo estaba esclavizado en Egipto. La misma compasión de Jesús ante la miseria que sufren los excluidos, se manifiesta como indignación ante la soberbia de los poderosos; sus “ayes” no son maldiciones sino lamentos. Una madre buena no maldice nunca a su hijo aunque lamenta que se pierda en el mundo de la droga.
Según este evangelio, no encontramos a Dios en el poder y el dinero de los ricos, sino poniéndonos al lado y caminando con los pobres. Así lo manifestó en su conducta Jesús de Nazaret. Siguiendo esa conducta los obispos de América Latina reunidos en Medellín 1968, hicieron suya la voz de las mayorías empobrecidas que claman pos su liberación. Lamentablemente esa opción implica una conversión al reino de Dios o fraternidad universal, que implica muchas renuncias a falsas seguridades. Sin embargo el papa Francisco, en su primera Exhortación confiesa: “La Iglesia debe llegar a todos sin excepciones; pero a quienes debe privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio se encuentra con una orientación contundente no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que no tienen con qué compensarte… Hay que decir sin rodeos que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres; nunca los dejemos solos”.