Un Encuentro fraterno y gratificante
Se fueron esta mañana. Después de cuatro días de cercanía y descubrimiento mutuo. Habían venido de buena gana, quizá un poco escépticos y sobre ascuas. Se fueron pletóricos y agradecidos.
Eran en torno a sesenta, de todas las edades. También un grupo destacable de frailes jóvenes, que llamaron la atención por su sinceridad y la convicción íntima que mostraban en sus intervenciones, condensando en breves impresiones muchas vivencias comunes compartidas antes en pequeños grupos. Habían ido desgranando sus biografías en un clima de confianza y de respeto.
Todos convinieron en que había sido profundamente enriquecedor: tan distintos y tan coincidentes. Con itinerarios tan diversos e ilusiones tan semejantes. De épocas tan distantes y, sin embargo, tan capaces de comprenderse.
Alabaron asimismo la liturgia, esa oración bella y entrañable, unificadora, estimulante y de contemplativa cadencia. Y la cordialidad de la mesa, alternando con vecinos diferentes, serviciales, fáciles conversadores.
En fin, saludaron con esperanza la futura próxima unificación de provincias. Habrá sin duda problemas importantes que afrontar, no faltarán vicisitudes inevitables que sufrir. Pero, desde esta palpable fraternidad, nada parece imposible de vencer, nada capaz de desalentar. Somos hermanos y así nos hemos sentido. Y era necesario comprobarlo una vez más, quizá después de una larga lejanía, como el sólido pilar de un futuro inédito y prometedor.
Fr. Emilio García. Caleruega