
Los jóvenes del Movimiento Juvenil Dominicano celebran la Pascua en Caleruega y sus alrededores

Los jóvenes del Movimiento Juvenil Dominicano, acompañados de laicos, familias y frailes, han celebrado el Triduo Pascual en Caleruega, cuna de Santo Domingo de Guzmán, y sus alrededores. Durante cinco días han compartido y experimentado la Pasión y la Pascua de Jesús en comunidad, llevando la alegría del Evangelio a Santa María del Mercadillo, Quintanarraya, Arauzo de Torre y Ciruelos de Cervera. Siempre con la compañía y el cariño de Fr. Vicente Niño, Fr. Félix Hernández y Fr. David Orique.
Bajo el título “¿A quién buscas?”, el hilo conductor de la Pascua se centró en las preguntas que Cristo hace (y se hace) durante la Pasión. De esta forma, los jóvenes pudieron entender mejor y acercarse más a los acontecimientos sucedidos esos tres días en las vidas de los discípulos, de las mujeres y del propio Jesús.
Con el lavatorio de los pies el Jueves Santo y la pregunta que les plantea Jesús a los apóstoles – “¿Entendéis lo que os he hecho?” – pudieron reflexionar sobre los acontecimientos de la Última Cena en el taller preparado por María Fernández (del grupo Jaire - Madrid) y Dabid Oteitza (del grupo Igande Berri - Pamplona). Hablaron del servicio en el lavatorio, del compromiso en la Cena del Señor y de las dudas en Getsemaní.
El Viernes Santo, de la mano de Fr. David Orique, OP, y con el clamor de Jesús en la cruz – “¿Por qué me has abandonado?” – los jóvenes se centraron en las posibles causas, consecuencias y soluciones al sentimiento de abandono. Hablaron del abandono más explícito en la sociedad que nos rodea, pero también de aquel que sentimos cuando no somos capaces de encontrar a Dios a nuestro lado.
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En la oscuridad y el silencio del Sábado Santo, Sor Teresa Cadarso, OP les acercó a la figura de María Magdalena y su amor por un Cristo vivo, sí, pero también por un Cristo muerto y resucitado. Les animó a salir del sepulcro, a no acomodarse y a darse por completo a los demás. Les recordó también que, a veces, lo único que hace falta es cambiar la mirada para entender que todo es don y todo es regalo. Aun cuando lo más cómodo sea hacer tres tiendas y quedarse en la montaña para siempre.

Más allá de los talleres de formación, la verdadera experiencia de Pascua es la que se vive en los pueblos que les acogen y acompañan como si fuesen uno más de ellos. Durante el Triduo Pascual, cada pueblo recibe a los jóvenes para preparar con ellos las celebraciones de los oficios, así como las distintas procesiones o tradiciones que, de no ser por su presencia, muchas veces no podrían llevarse a cabo. Los cantos inundan las iglesias, la alegría ensancha el corazón y los agradecimientos son recíprocos.
El sentirse parte de algo que va más allá de lo que cualquiera pueda imaginarse, el saberse amado hasta el extremo por una comunidad a la que quizá no conocían el primer día… esa es la vivencia con la que vuelven a sus respectivos lugares de origen. Con el corazón lleno y la alegría de anunciar que Cristo verdaderamente ha resucitado. Porque esto no acaba aquí, ahora toca regresar a las comunidades donde viven su fe a diario y proclamar a los cuatro vientos que no estamos solos, que tenemos un Padre que da la vida por nosotros. Con la plena libertad del Amor.
Por último, toca agradecer de todo corazón a todos los que han hecho posible esta Pascua. Al consejo del MJD y el equipo de organización. A los frailes que siempre están dispuestos a tender la mano cuando más se les necesita. A los laicos y familias que comparten con los jóvenes estos días. A los pueblos que les acogen desde el cariño más absoluto. Y, por supuesto, a todos y cada uno de los jóvenes que, con su ilusión y alegría, hacen de cada Pascua una experiencia única.
Muy feliz Pascua de Resurrección. Y no se olviden de rezar por los jóvenes del MJD. A favor.
Elena Martín Tascón