Santo Domingo de Guzmán
Santo Domingo de Guzmán fue un hombre emprendedor, predicador infatigable, fundador y organizador de la Orden de Predicadores. Fue un hombre sencillo con una profunda vida interior, de gran ecuanimidad y compasivo, dejó un testamento de paz fruto de la pasión de su vida: vivir con Cristo y aprender de Él la vida apostólica. Configurarse con Cristo, esa fue la santidad de Domingo: su ardiente deseo de que la Luz de Cristo brillara para todos los hombres, su compasión por un mundo sufriente llamado a nacer a su verdadera vida, su celo en servir a una Iglesia que ensanchara su tienda hasta alcanzar las dimensiones del mundo.
Nació en Caleruega alrededor del 1172-74, en el seno de una familia profundamente creyente. Sus padres, don Félix de Guzmán y doña Juana de Aza, parientes de reyes castellanos y de León, descendían de los condes-fundadores de Castilla. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés.
Durante siete años fue educado por su tío Arcipreste, don Gonzalo de Aza, hasta los catorce años en que fue a vivir a Palencia a estudiar las artes de la época (Humanidades superiores y Filosofía), así como Teología. Allí también fue profesor del Estudio General de Palencia. Al terminar esta formación en 1190, recibida la tonsura, se hizo Canónigo Regular en la Catedral de Osma. En el año 1191, en Palencia, en un rasgo de caridad heroica vende sus libros, para aliviar a los pobres del hambre que asolaba Castilla.
Santo Domingo vivió una época de cambios, con numerosos desafíos a los que intentó dar respuesta. Con veintiocho años de edad, se recogió en el Cabildo de Osma, en el que enseguida, por sus relevantes cualidades intelectuales y morales, el Obispo le encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y el gobierno de la diócesis en calidad de Vicario General de la misma.
En 1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma, Diego, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las bodas del príncipe Fernando. Con este motivo, tuvo que hacer nuevos viajes, y en sus idas y venidas a través de Francia, conoció los estragos que en las almas producía la herejía albigense. De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como predicador de la verdad entre los cátaros. Rehúsa a los obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente.
La ignorancia religiosa producía muchos males en la sociedad. Inspirado por el Espíritu y para enfrentar este problema, Domingo establece en Tolosa la primera comunidad de su Orden de Predicadores en 1215, en una casa cedida por Pedro Seila, quien con Tomás de Tolosa se asocia a su obra. En 1215 asiste al Concilio de Letrán donde solicita la aprobación de la Orden. Un año después, el 22 de diciembre de 1216, recibe del Papa Honorio III la Bula “Religiosam Vitam” por la que se confirma la Orden de Frailes Predicadores.
Al año siguiente retorna a Francia y en el mes de agosto dispersa a sus frailes, enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma. Meses después enviará los primeros Frailes a Bolonia.
En la Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden, celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda parte de las Constituciones. Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, se acordará la creación de ocho Provincias.
Con su Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el 6 de agosto de 1221, a los cincuenta y un años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, su gran amigo y admirador, el Papa Gregorio IX, lo canonizó.
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